Enseñar y adoctrinar
2-01-2009 | Por Ademir | Categoría: Artículos Premium, Artículos Seleccionados, Cultura, Economía, Educación, SociedadExisten muchos profesores de nivel medio superior y universitario que utilizan sus labores de docencia para hacer proselitismo entre sus alumnos, de acuerdo al espectro político al que pertenecen. En los Estados Unidos la mayor parte de este tipo de profesores es de la tendencia política liberal. Este último dato puede abrir una profunda reflexión acerca de si es posible separar la enseñanza, de la subjetividad de la persona que se encarga de impartirla. ¿Verdaderamente puede un docente proclamar que a lo largo de toda su trayectoria académica nunca ha realizado este tipo de actividad política?, o por el contrario ¿Será acaso una circunstancia que escapa a su control y se muestra disimulada entre los discursos de su didáctica?
La didáctica pura
Walter E. Williams ,por ejemplo, es un profesor de economía de la George Mason University. Para él, es un hecho que durante sus más de cuarenta años de docencia no ha habido un solo estudiante que haya transitado por sus cátedras que pueda decir que fue influido políticamente por las lecciones tomadas.
Este decano considera que aprender como pensar rectamente, visto como lo opuesto a las opiniones propias que uno pueda tener sobre algo, es un asunto crucial de la educación. Para Williams es capital, pedagógicamente hablando, diferenciar entre las aseveraciones subjetivas, que no tienen una manera generalizada de verificación, y las aseveraciones positivas, fácticas, de lo que hay.
Williams ejemplifica su diferenciación anterior comentando acerca del enunciado “Los científicos no pueden separar el átomo”. Para este profesor tal enunciado es una aseveración positiva, porque para comprobar su veracidad basta con acudir a la instalación de cualquier acelerador de partículas y ver que, en efecto, sí es posible separar un átomo. Por el contario, el enunciado “Los científicos no deberían separar el átomo” es solo una afirmación subjetiva, y muy peligrosa incluso, porque en términos como “deber” se oculta una trampa que orilla a las personas a seguir las decisiones que toman otras, determinando así su modo de actuar y de pensar.
Para Williams es mejor, más útil por supuesto, utilizar el juego de referencias “mejor” o “peor” para afirmar ante sus estudiantes, como él lo hace, que el capitalismo y el libre mercado son las más convenientes maneras para que el mundo pueda marchar, por la salud social y el fomento a la libertad que conllevan. El veterano profesor incluso está convencido de que brindando a sus estudiantes las herramientas intelectuales, para que por su por cuenta edifiquen su propio criterio de una manera sólida y bien fundamentada, llegarán a la misma conclusión político-económica que él tiene.
La sombra de la didáctica
Vale la pena cuestionar a fondo las consideraciones de este académico, pero ante la brevedad que precisa este espacio, baste con señalar que todo juicio positivo está fundamentado, solamente, por otros juicios (y prejuicios), y por lo tanto, la sombra de su mensaje va silenciosamente implícita en su contenido cabal; es decir, lo fundamentado arrastra consigo la fundamentación misma de su estar: toda una perspectiva de mundo va subrepticiamente expresada en un juicio; pero es sólo eso, una perspectiva, y la comprobación fáctica “de lo que hay”, no pasa nunca de ser un mero juego de verdad sujeto a las subjetividades de quienes lo practican: el mundo es un caleidoscopio de puntos de vista y toda toma de posición ante la realidad no es más que una manera de valorarla. De tal suerte que, totalmente en contra de las opiniones de Williams, producto neto de su pragmática y obcecada idiosincrasia, podemos defender que no existe una enseñanza pura y limpia de proselitismos y visiones subjetivas del ser; y así como esta situación es inevitable, basta con preservar un sano escepticismo para escuchar y decidir en cada oportunidad acerca de lo posible, y no sobre los hechos, porque todo puede hacerse, y deshacerse, si se piensa de manera diferente hasta el último aliento.